Hace un tiempo, Darem y sus tres hijas, igual que la mayoría de mujeres y niñas en el medio rural etíope, eran las encargadas de ir a buscar el agua, tarea a la que dedicaban entre dos y tres horas al día, aparte de preparar la comida, recolectar leña para cocinar, cultivar la pequeña parcela familiar y cuidar de las gallinas, entre otras. Ir a la fuente era muy cansado, además, en el camino estaban expuestas a los ataques de algunos animales y a menudo surgían disputas para llenar sus bidones de agua.
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