EL CAFE PERDIO UN 25% DE SU VALOR EN LA BOLSA DE NUEVA YOK

Por Rafa Sanchís, director de márketing de Oxfam Intermón
Aquella mañana de diciembre en Uganda se mezclaba algo de calor con una lluvia fina. En su pequeño cafetal, Adroa se secó la frente y metió en el saco los últimos granos de café recién cosechados. Se sentía orgulloso por las mejoras que había hecho en su campo durante los últimos años. Se había esforzado muchísimo, pero había merecido la pena: sus plantas de café crecían sanas y producían unas bayas rojas de extraordinaria calidad. Recogió todo, cargó el saco repleto de café a su espalda y emprendió el camino a la aldea entretenido con sus pensamientos.
Fantaseó con las diferentes cosas que podría hacer con el dinero de su modesta cosecha. Compraría el pequeño televisor que había visto en el mercado de la capital. O quizás una motocicleta usada, como otros hombres de la aldea habían hecho en los últimos años. Adroa suspiró, se encogió de hombros y sonrió para sí mismo. “Que las niñas terminen sus estudios”- se dijo- “hay que ser responsable”. Y conforme el camino avanzaba calculó mentalmente el dinero que necesitaría para pagar el colegio, los libros, algunos cuadernos y lápices y dos uniformes nuevos, ya que las niñas crecían rápido y los del año anterior se estaban quedando pequeños. 150 mil Shelling: eso era lo que necesitaba.
Como aún quedaban unas colinas antes de llegar a casa, Adroa se dedicó a recordar la última conversación con el intermediario local que compraba café a más de medio pueblo, para luego venderlo a una gran empresa extranjera. Le había dicho que en la bolsa de Nueva York el café cotizaba al alza y que podría pagarle unos 7.000 shelling por kilo. Adroa no era muy bueno con los números, pues su paso por el colegio fue más bien corto, pero sabía cómo calcular. Se paró, puso el saco en el suelo y mientras descansaba, comenzó a contar con los dedos con gran rapidez. Con los sacos que había cosechado podría reunir cerca de 120.000 shelling, casi suficiente para pagar lo que necesitaba. Aunque -bien pensado- iba a esperar unas semanas para vender su café. Los precios habían subido últimamente y si tenía un poco de paciencia seguro que reuniría suficiente para pagar todo lo que hacía falta.

Adroa se sorprendió mucho cuando tres semanas más tarde el intermediario, en lugar de ofrecer algo más de dinero, redujo su oferta a 6.000 shelling por kilo. “La bolsa cotiza a la baja”-explicó. Hay que aguantar más, se dijo Adroa y esperó un mes entero confiando en que la suerte le acompañaría. De nuevo preguntó al intermediario, aunque por su cara ya sabía que la respuesta no iba a mejorar las cosas. “Por todos tus sacos te puedo pagar 75.000 shelling”. Adroa se desesperaba.
Ya en casa, por la noche el insomnio le vencía. Se levantaba cada poco, miraba a las niñas y se temía lo peor: la mayor tendría que abandonar la escuela; solo tenía doce años pero ya no se podían permitir que siguiera estudiando.
Esta historia que me contaron hace un tiempo, se habrá repetido el pasado año en muchos hogares que dependen del café. A partir del 13 de enero de 2013 los precios no hicieron más que caer y el café ha perdió un 25% de su valor en la bolsa de Nueva York, donde cerraba el año cotizando a 117 dólares por quintal.

Afortunadamente, el precio del café de Comercio Justo no se mueve de manera especulativa como la bolsa, y asegura a los campesinos el ingreso mínimo que necesitan para cubrir sus gastos familiares básicos. El Comercio Justo paga 140 dólares por quintal de café más 20 dólares de prima social para inversiones en proyectos de desarrollo, como escuelas, centros de salud, o letrinas. Y eso es Independiente del precio en la bolsa, porque el Comercio Justo pone a las personas por delante de los beneficios. Así, el Comercio Justo pagaba el mes pasado a las cooperativas productoras de América Latina o África un 37% más que el café convencional de las grandes empresas. Afortunadamente cada vez más vecinos de Adroa ya forman parte de los pequeños productores de café a los que el Comercio Justo les está cambiando la vida. Y quienes consumimos café de Comercio Justo apoyamos de manera sencilla y práctica a millones de familias campesinas.
Hace unos días Oxfam Intermon lanzaba la campaña el Café que te que ayuda a domir mejor, con la
que la organización quiere dar a conocer el café de comercio justo e insitir en el poder que tenemos como consumidores puesto que con un sencillo gesto en nuestra compra diaria podemos apoyar a millones familias productoras de café.