La esperanza está en los huertos
A unos kilómetros de la casa de Dyenda, entre el arenoso paisaje, aparece un pequeño oasis de verdor. Es el huerto de la cooperativa de Seno, en el que cada día se congregan decenas de mujeres, aplicadas en las labores de horticultura: riego, siembra, limpieza de las malas hierbas, recolección y venta. “En la capital, trabajaba lavando ropa y lo poco que ganaba se me iba con el precio del alquiler y la comida” explica Gollera Diaw desde su parcela en la que crecen pequeñas plantitas de berenjenas. “Cuando supe que las mujeres de Seno se estaban organizando para sobrevivir con la venta de verduras, me dije: es el momento de volver y poner todo mi esfuerzo en lograr tener algo para comer”. Este año, Gollera, a pesar de tener las manos despellejadas por la abrasión de los detergentes, ha sembrado tres parcelas en lugar de una. “Ahora trabajo contenta, rodeada de mi familia y de mis amigas”´.

Dyenba ha decidido partir. Gollera regresar. En búsqueda de la supervivencia en una región azotada por la sequía. Solo un clamor en boca de Gollera: “Pido a Dios que el año que viene sea mejor que éste, que haya mucha lluvia y que las tierras se inunden para que podamos reducir la pobreza de este pueblo”.